jueves, 10 de abril de 2014

De la sombra ausente


El invierno había sido sin duda una etapa difícil, esa ausencia del sol sin duda es algo que termina afectando. Como bien he mencionado, uno de mis pasatiempos es recorrer la ciudad caminando; además del beneficio de conocerla, es algo que encuentro saludable para la mente.
Al irse acercando la primavera, sin duda el paisaje se estaba transformando, no solo reaparecían las hojas en los árboles y las aves volvían a volar por todos lados, me di cuenta que iba reapareciendo una amiga que se había extraviado por un tiempo, hablo de la sombra, claro está.
En un principio, su presencia, aunque por escasos minutos, se hacía evidente cada día. Habrían de ir pasando los días y llegó el momento en que, simplemente, como la naturaleza dicta, estaba allí todo el tiempo. ¿Estaba también mientras dormía? Seguro que un tanto difusa, pero siempre al lado.
Era imposible darse cuenta que estaba allí, tenía una nueva compañera de paseos, para salir a correr o hasta para ir al supermercado, incluso cuando parecía no haber alguien más.
Sin embargo, un día, las situación dio un giro inesperado, la sombra ya no estaba allí. ¿Qué había pasado?. ¿cómo pudo desaparecer?, ¿dónde nos separamos?
La búsqueda, si bien constante, ha sido infructuosa. He recorrido las mismas calles en busca de alguna pista, de algún rastro; el sol, por otro lado, se niega a que la encuentre. La ciudad de Kafka me ha hecho presa de su legendario proceso, imposibilitado de saber qué pasa y las razones del mismo, ¿qué he hecho para terminar en el lugar de Josef K.?