jueves, 5 de mayo de 2016

La metamorfosis final.

Kafka, aun resulta difícil creer que distan ya dos años de que logré pisar tus tierras, que me asombré ante la silueta del  Hradčany y me congelaba con la brisa del Moldava. Inimaginable sería en aquellos días pensar que un par de meses ahí cambiarían definitivamente mi prospecto a futuro.

La mágica cotidianidad iniciaba siempre con un "Dobrý den" al otro lado del teléfono. ¿Qué correspondía hacer ese día?,¿acaso una caminata por la Stromovka?, ¿visitar Vysehrad?, en ocasiones una visita al pueblo viejo, como cualquier turista habrían de bastar; que triste es pensar que esos tiempos quedaron atrás.

Con toda certeza, puedo asumir que una gran parte de mis recuerdos se habrán impregnado en esas calles y paredes. Una figura sin sombra, que se volvería incapaz de notar el paso del día y la noche, sería la que cinco meses después retornara a ese lejano rincón del mundo, allá donde los totonacas situaban el cuarto movimiento del sol. ¿Porqué habré de metaforizar con una sombra aquello que perdí? Creo que lo hago porque la sombra nos parece una presencia tan normal, agradable y natural que simplemente no consideramos la posibilidad de no tenerla; de igual manera, esa sombra es capaz de hacernos ver aspectos de nosotros que nos maravilla descubrir o que se suelen esconder.

Al volver, supuse que con el correr de las primeras semanas y el aire fresco del regreso, la naturaleza simplemente me devolvería, tarde que temprano, ese añorado tesoro extraviado. Sin embargo, los meses habrían de pasar, un concierto completo de Vivaldi pasó ante mis ojos y no tuve alternativa alguna más que contemplarlo en soledad. Era ya 2016, y el verano se hizo presente con sus lluvias suaves, que si bien no eran de la ficción distópica de Bradbury, trajeron inquietudes inevitables sobre el porvenir, ¿qué  hacer ahora que al fin terminaba la escuela?

¿Que podría anhelar más en ese momento que partir a la búsqueda?,¿cómo evitar el deseo de salir de aquel estado incompleto? Esta vez no era tarea de Zizka atestiguar el momento, sino de las selvas tropicales del sur.

Mientras en un lado del mundo las calles de Carlos IV se cubrían con nieve, los distantes parajes de Carlos V se bañaban con los rayos del sol. Ahí habría de llegar y revivir de manera súbita, cual David al serle concedido su deseo por el hada azul, en un efímero e indescriptible estado de felicidad; cuanto llevaba esperando ese día, el poder escuchar esa voz tan añorada. 

Cuan triste sería descubrir poco después, que al igual que el señor K, seguía en un proceso que no comprendía, y una vez más, no lograría salir bien librado; la fuga de mi sombra era inevitable esta vez, era un hecho que no habría vuelta atrás. ¿Cómo desmoronar un proyecto de meses en horas? Aun me cuesta entenderlo, pero así fue.

Aquella pseudo-postal del café que tanta inspiración diera a Kafka y Einstein, recordatorio constante de mi mayor anhelo, tendría que quedarse allí también, si quería seguir adelante al volver. A pesar de que la búsqueda (inconclusa, lo sé) esté por ahora concluida, eso no significa que te olvidaré, incluso aun dudo cual será la fecha en que deje de extrañarte tanto, solo sé llegará.

Incierto es el futuro y a veces creo que el destino, en algún otro lugar y tiempo, nos volverá a reunir. Solo espero que la vida me sea lo suficientemente larga para que, algún día logré sentir la emoción que ese "Dobrý den" le daba a mis mañanas. Auf Wiedersehen mein Schatz!




P. D. Una disculpa ante el lector por la falta de una mejor calidad en la redacción. Sin embargo, habré de señalar la inexperiencia como causante de que mis palabras no expresen con precisión todo lo que he querido transmitir.